El museo enfilado

La Junta de Gobierno de Santa Cruz de Tenerife aprobó ayer el contrato por el que se adquieren, por algo más de dieciséis millones de euros, las esculturas que albergará el Museo Rodin de la capital, tras haber aprobado el pasado día 13 la licitación por doce millones de la obra de restauración y acondicionamiento del edificio que ubicará al Museo, en el Parque Cultural Viera y Clavijo. La ciudad comprará al Museo central 68 obras originales y quince réplicas de obras del escultor Auguste Rodin, de acuerdo con la tasación realizada por la Universidad de La Laguna. Entre las obras que se ha decidido comprar se encuentran las esculturas originales Monumento a Víctor Hugo, Madame Fenaille y Romeo y Julieta, así como una réplica de la obra más emblemática del escultor, El Pensador. También se incluye en el contrato el préstamo gratuito por el Museo Rodín de Paris durante varios años de más de una veintena de obras, entre ellas otra de las más conocidas del escultor, El Beso.

En conjunto, se trata de la mayor inversión jamás realizada por el Ayuntamiento de Santa Cruz en un proyecto de carácter cultural, que incluye una inversión total de 28 millones de euros, a ejecutar en cinco años, a razón de algo más de cinco millones de euros anuales.

Por supuesto, el proyecto ha encontrado inmediatamente detractores: por un lado, está el necesario coro de detractores políticos, que cuestionan la conveniencia de que la administración actual destine una cantidad tan enorme de recursos públicos a la instalación, en una ciudad como la nuestra, que adolece de serias deficiencias en tantos aspectos. También se han colocado enfrente del futuro Museo algunos activistas culturales, que estiman que la inversión no reportará ningún beneficio artístico o económico para la ciudad, o –al menos- no los beneficios que habría de esperar de una inversión semejante. La presentación de un plan de negocio bastante optimista que establece en 56 millones de euros el retorno anual que producirá el futuro Museo al municipio, ha servido para alimentar las críticas y crear polémica. Una polémica que siempre-siempre-siempre acompaña todas las decisiones de inversión cultural, en Canarias y fuera de Canarias: algunos recordamos aún los ecos de las feroces críticas y ataques que soportó la decisión de Adán Martín de encargar a Santiago Calatrava la obra del Auditorio de Tenerife, las alegres acusaciones de untaje y corrupción, o los comentarios sobre la indecencia de gastar tanto dinero en un Auditorio inútil para la ciudad. La construcción de Tenerife Espacio de Arte –el TEA- levantó similar polémica, aunque es cierto que resultó menos feroz que la que acompañó la obra de Calatrava.

Ahora toca tres cuartos de la misma actitud: esperar que una inversión de 28 millones de euros no cree polémica es bastante ingenuo. Como lo es también discutir el vínculo de Santa Cruz con la escultura moderna, después de dos grandes exposiciones de escultura en la calle, que han convertido a esta ciudad en la capital española con más esculturas modernas expuestas en el exterior. Quizá podría ser esa premisa la que mejor justifica el proyecto del Museo Rodin, y el previsible impacto que podría llegar a tener si se le da continuidad en el futuro y lo que es ahora un proyecto museístico se amplía a la consideración de Santa Cruz como ciudad de las Cultura y las Artes. Y he dicho quizás porque incluso si esta inversión no cumple sus optimistas expectativas desde el punto de vista de su rentabilidad, o si no sirviera para activar la economía y la vida cultural de Santa Cruz, si las miserias de la política lastraran su despegue y proyección en España y Europa, tras quince años de absoluto abandono e incumplimiento del convenio firmado en 2006 por el Gobierno regional, la inversión se justifica ya en sí misma por la recuperación y puesta en valor de uno de los más hermosos espacios urbanos de la capital, ese Parque Cultural Viera y Clavijo, que en los últimos años había perdido toda conexión con la cultura y con la ciudad.