28. Las torres de Camila

Descubrí esos libros de Piyi salvados del fuego –apenas pintados por una fina película de hollín- ya en la primera inspección del paisaje de negruras desoladas tras el desastre. Me alegré muchísimo al encontrarlos. Sobrios, supervivientes, elegantes en su limpieza. Pero tarde algo más de una semana en meterme con ellos: quería hacerlo un día feriado, para que Carlota y Camila me ayudaran a rescatarlos del todo. Al final fue un sábado por la mañana, y también vino Daniel. Ellas llegaron protestando a coro, como suelen, porque querían ver no …

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27. Salvados de la quema

Toda la segunda planta se quemó, pero no toda de la misma manera. El dormitorio más alejado del inicio del fuego fue el nuestro, y además quedó con la puerta de la terraza abierta. El fuego entró en él con prisas y poco tacto: carbonizó el gran espejo modernista salvado de tantas guerras, y partió el calor su luna biselada, hollinó los armarios, quemó el sofá, las lámparas y los libros de las estanterías altas. Al gran Buda durmiente le tiñó el oro de negro y le abrasó los pies. …

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26. La letra A en lengua inglesa

Hoy hace justo un mes, pero no voy a celebrarlo. Han pasado sólo treinta días y tengo la sensación de que han pasado años. Pero es sólo eso, una sensación: aún sueño todas las noches con el fuego consumiendo los libros, y cuando me despierto descubro que hay humo en la habitación y me asusto hasta que me doy cuenta de que sigo soñando. Las primeras noches me costaba volver a dormir, pero ayer ni siquiera me desperté: me acerqué pausadamente al origen del incendio, y descubrí que el fuego …

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25. Olor a chamusquina

La casa de Galcerán ya huele a humo. Llevamos aquí unos pocos días, sólo hemos traído ropa nueva, recién comprada, o lavada cien veces, nada de Las Mimosas, pero la casa huele ya a chamusquina tanto como nosotros mismos. Es un olor que acompaña durante meses a quienes han pasado por un incendio. En estos días he conocido –siempre por casualidad- a un montón de gente que ha sufrido incendios más o menos grandes en sus casas y siempre te dicen que una vez pasado el susto y después de …

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24. Los ciegos videntes

Por fin nos llegó el libro de Rafael Arozarena, su tercera novela, ‘Los ciegos de la media luna’, una edición de 1500 ejemplares. Benita me bajó los primeros desde el depósito. Fue uno de esos momentos especiales tejidos con sentimientos muy encontrados. Pocos días después me llama Pedro Doblado, el abogado de Rafael, para hablar del asunto de los contratos. Me pilla en el jardín, limpiando los armarios chinos bajo una lluvia fina y perfecta que me ahorra usar la manguera. Aprovecho para dejar el trabajo un rato: le cuento …

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23. Un libro para Lourdes y otro para mí

Me gusta llegar con un poco de tiempo al aeropuerto de Gando y pasarme por la librería. Siempre sigo el mismo ritual. Miro los libros de ensayo y las novelas, instaladas en la entrada, en dos expositores de mesa. Oteo con suficiencia de entendido las novedades y a veces cojo algún libro, pero no es muy frecuente. Por algún motivo que nunca me he parado a explicarme, prefiero comprar sólo libros de bolsillo en el aeropuerto. Me planto frente al expositor de pared que recorre la librería en toda su …

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22. 59 segundos (o un poco más)

Me estreno en la normalidad con un viaje a Las Palmas. Parece fácil pero tiene sus trucos: después de un millón de lavados, centrifugados y tendidos, toda la ropa –incluso la nueva- sigue oliendo a chamusquina. Es un olor distinto al de una barbacoa o unos fuegos. Más ácido. Busco una corbata, pero descubro que no tengo ninguna. En la oficina guardo una de Los Picapiedra que me regalaron las niñas un cumpleaños, hace ya muchísimo tiempo y que no me he puesto jamás. También una con caballos del palio …

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21. Las fotos de Pao

Paola se enteró en Salamanca el mismo día, porque su madre es una lengüina y a pesar de mi insistencia en que no lo hiciera –o quizá precisamente por ello-, no logró contener las ganas de decírselo. A fin de cuentas todo había empezado en aquél enorme cuarto de baño forrado de madera que hace dos años decidimos convertir en su dormitorio. El desastre prendió al lado de su armario, y fueron sus cosas y su ropa las primeras en convertirse en humo. Al enterarse, Pao reaccionó con esa templanza …

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20. “Nos hace falta una casa”

Los primeros días nos instalamos en la casa de Piyi, dónde ahora viven sus padres cuando no están en La Palma. Hasta allí nos mudamos con poco ruido y menos maletas y con la incierta expectativa de que la provisionalidad sólo durase unos días. Cuando empezó a irse el humo, comprendimos que sería mucho más que días. Entonces, como siempre, hubo tiempo para un encendido debate familiar: los tres Pomares mayores –Pili, May y yo- acariciábamos la idea de montar una jaima en medio de la casa devasta e iniciar …

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19. Un camión de hojas tostadas

Pili me manda la foto: ayer nos quedamos los dos  fascinados mirando desde la ventana como la cuadrilla llena metódicamente el camión en apenas unos instantes con un cargamento de hojas tostadas. Han instalado un tubo articulado para hacer el desescombro, que baja desde la ventana del que era el cuarto de Manuel. Son seis o siete conos de plástico negro, cortados y enhebrados unos con otros, directamente desde el viejo orden al caos de ahora, de las librerías clasificadas por lenguas (lengua española, lengua inglesa, francesa, italiana, portuguesa, alemana, …

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