18. La cuadrilla

Me duelen las manos. Esta mañana me he levantado con los dedos agarrotados y la extraña sensación de ser algunos años más viejo de lo que era anoche cuando me acosté. Y es que hasta hace no tanto, podía pasarme días haciendo cualquier trabajo manual sin resentirme. De hecho, siempre me ha gustado trabajar con las manos: es una forma de justificar mi absoluto y malsano desinterés por cualquier deporte. Soy un desastre: desde que el viejo tuvo que renunciar a salir en el barco, el único esfuerzo cotidiano que …

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17. La póliza

Lo primero que uno aprende cuando sufre una catástrofe es para qué sirve un seguro: los seguros sirven para que uno se pelee con la aseguradora. Y cuanto mejor es el seguro, cuanto más perfecta es la póliza suscrita, más grande, larga y rastrera será la pelea. Siendo eso así, uno entiende que un tipo tan inteligente como Jacques Attali –autor de ‘La historia del futuro’- sostenga que las empresas que controlen el mundo de futuro serán las aseguradoras y reaseguradoras. Siempre he tenido mucha confianza en Attali (incluso le …

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16. Hollín

Yo tuve una vez un cuadrito con una historieta de Crumb, en la que –a lo largo de ocho o diez viñetas- lo único que se veía era a Mr. Natural limpiar concienzudamente la vajilla amontonada en su fregadero hasta dejarla reluciente. Fue hace muchos, muchos años, en mi alquilada casa lagunera de estudiante. Recuerdo con frecuencia aquél cuadro sobre el pollo de azulejos de la cocina, que algún otro estudiante debió colgar allí antes de que yo llegara. Lo recuerdo porque vi esa historieta en miles de ocasiones, recordándome …

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15. El señor perito

La misma noche del incendio un perito de los bomberos ya hizo el primer diagnóstico: el fuego empezó en el cuarto de Pao y probablemente en la antigua instalación eléctrica de lo que fue una sauna, ahora reconvertida en armario. Me contaron por teléfono la opinión del perito, mientras me vendaban un esguince de tobillo en una clínica cercana a casa pero no dí mucho crédito. Apenas unas horas antes, Piyi me había llamado desde el segundo piso, con un tono más bien imperativo. “Sube, sube”, me dijo. Eran las …

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14. Los libros perdidos

De todo lo perdido, lo único que de verdad considero irreparable es la pérdida de los libros de Ernesto Salcedo. Una entera biblioteca de seis o siete mil volúmenes, construida por Salcedo con ladrillos muy diversos, siendo sus cimientos los pocos libros que se trajo a Canarias en los últimos años cincuenta, cuando vino de la península para dirigir el periódico ‘El Día’. Era entonces el periódico uno más de los muchos de provincias que sobrevivían sin pena ni gloria ofreciendo sucesos, deportes, noticias portuarias y ecos de sociedad. Un …

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13. Atún y mandarinas

Hace ya un par de días que el fuego se apagó, y lo que toca ahora es recoger los trastos que se han salvado, para que luego vengan los albañiles y lo tiren todo. Es un trabajo que no pueden hacer otros, porque sólo tú tienes la vara con la que se mide la importancia de tus cosas, y la tolerancia con que puedes enfrentarte al término ‘destruído’. En el cuarto de Manolo encontré las dos espadas samurai de madera que le traje de un viaje a Japón, bastante carbonizadas. …

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12. Panimiel

Cuando decidimos volver, Piyi y yo nos confesamos algunas mentiras pasadas: recuerdo haberle dicho bastante avergonzado que el tiempo que estuvimos separados, las noches que Manolo dormía en casa las pasaba conmigo en nuestra enorme cama. Me alivió mucho saber que ella hacía exactamente lo mismo todas las demás noches. Manuel es nuestro único hijo común: ahora tiene cinco años para seis, y en aquella época extraña tenía tres. Su respiración a mi lado esas noches de fin de semana fue un increíble regalo. Cumplidos ya los cuatro, resultó difícil …

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11. Políticos y no tanto

Me llaman -muy correctos, compungidos y corteses- los políticos, para darme el pésame y preguntarme si estoy asegurado. Extraña obsesión la del seguro entre los hombres públicos: ellos viven a puro salto de mata, en una revalida permanente, cada día a la espera de ser bendecidos por el cambiante apoyo ajeno y –sin embargo- les preocupa sobremanera que no tenga suscritas siete pólizas cruzadas. A veces me sorprendo ofreciéndoles prolijas explicaciones sobre el origen impreciso del incendio, la combustión anaeróbica detrás de las tablas que forraban la pared de la …

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10. El mapa del capitán Haddock

En el último rincón del tercer piso, al final de la escalera que lleva a la finca de arriba, el jardín de cactus y la caseta de Klimt, escondido detrás de la puerta, oculto desde siempre y por pudor a las miradas ajenas, sobrevive mancillado por una capa de hollín el viejo mapa de los viajes del capitán Haddock a lo largo y ancho de este mundo. Me lo tropiezo desafiante y vulgar en la primera inspección concienzuda del desastre: “¡Ah cabrón!”, le espeto, “ha ardido todo menos tú”.          …

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09. Fundido en plástico

No soy un gran aficionado a la música. De hecho, de los Beatles para acá –con la excepción de cuatro cantautores- todo se me antoja como  demasiado moderno. Mis hijas dicen que soy un carroza. En realidad lo que soy es un tipo cómodo: mis gustos musicales se forjaron en la juventud, por culpa de mi primera novia, que era pianista. No he logrado ir mucho más allá de la música culta, el jazz, el rock más suave y los tres de siempre, Aute, Serrat y Sabina, creo que en …

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