Señalando al vacío
La Habana, junio 1985: Cada tres o cuatrocientos metros, una solitaria y pequeña farola con bombillas de sesenta watios ilumina las avenidas y las calles. No hay ninguna luz en las casas -son las dos de la madrugada- y no se ve ni un alma. De vez en cuando, algún cartel de propaganda, iluminado con focos, muestra la efigie paternal de un Fidel en rojo y blanco que anuncia los objetivos del quinquenio. Pasan de un lado a otro, prácticamente vacías, guaguas de montaje cubano construidas con piezas búlgaras. Material …