En periodismo hemos convertido la palabra liderazgo en un tormento. Hoy se puede liderar el hambre, la pobreza, la violencia sexual, el analfabetismo o la explotación. Es algo que siempre me sorprende. Yo pensaba que –en la acepción que nos ocupa- liderar significa ser el primero en algo bueno, no en algo malo.
La cosa es que Canarias vuelve otro mes a ‘liderar’ el crecimiento del desempleo, que es lo mismo que decir que en las islas se pierden más puestos de trabajo que en cualquier otra región española, y además a triple velocidad que la media española.
No considero al Gobierno regional responsable único de esa situación: quizá sus políticas para la crisis sean un desastre, perro eso no explica esta sangría laboral. La velocidad con la que se pierde trabajo en Canarias es consecuencia de un sistema económico basado en la construcción y el turismo, y –también- de una clase empresarial que se acostumbró a amasar beneficios en los tiempos de las vacas gordas, pero que al llegar las flacas se niega a sostener siquiera su propia capacidad productiva. Cuando una empresa cree que puede prescindir de sus trabajadores sin que eso afecte sustancialmente a la estructura de la propia empresa, suele ser porque la forma de esa empresa de relacionarse con el mercado es más especulativa que otra cosa.
En Canarias, muchas empresas se han expandido enormemente durante los años del crecimiento desbordado, pero sólo lo han hecho en sus beneficios, no en su proyecto empresarial.
Y así nos va: Perdemos puestos de trabajo tres veces más rápido que el resto de España. Otro ‘liderazgo’ que da asco.