Se va a poner peluda

Dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver, y es cierto: Pedro Sánchez debe estar entre los ciegos absolutos de este país. Tras el batacazo electoral de Andalucía, reconocer la situación y amagar con algo de autocrítica  habría sido mejor fórmula que mandar primero a Lastra y luego a los ministros a decir sandeces peregrinas sobre si Juanma Moreno es el PP o es una ilusión, un ectoplasma. Y para rematarla, sale ahora él mismo negando que exista un cambio de ciclo, a asegurar que lo que ha ocurrido de Despeñaperros hacia abajo no tiene nada que ver con lo que de verdad ocurre en este país. “No es extrapolable”, ha sentenciado. Porque Andalucía no es España, al parecer. 

Pero Andalucía sí es España. No toda España, pero sí una parte importante. Como lo son Castilla-León, Madrid y Galicia. Regiones donde el PP lleva dos años ganando ininterrumpidamente una elección tras otra. En todas ellas, creciendo mientras el PSOE baja, y en tres de ellas, logrando mayorías absoluta, a pesar de la existencia de Vox. Las cuatro regiones sumaban en 2021 casi veinte millones y medio de habitantes, más del cuarenta por ciento de los 47.400.000 que viven en toda España. Es cierto que hay regiones donde es difícil que el PP pueda obtener buenos resultados en unas elecciones generales, como el País Vasco y Cataluña, pero también es bastante probable que en el resto se repliquen de alguna forma los resultados andaluces y el PP acaba creciendo en todas. Incluyendo Valencia, donde el PSOE sigue absolutamente en la higuera, mirando para otro lado, sin hacer nada para evitar el daño político y moral que está provocándole el affaire judicial de la señora Oltra y su ex marido.

Pero aún si el PSOE imitara lo que ha hecho el PP con Ciudadanos, vampirizando los socialistas el fiasco de Podemos, el cambio de ciclo que niega Sánchez se impone por un retroceso general de la izquierda. Sánchez no va a poder juntar socios para gobernar, y es posible que al final los únicos compañeros de viaje que resistan con salud sean los secesionistas catalanes. Pero con ellos solo no suma. Y la debacle electoral del espacio de Podemos y sus mareas no la arregla Yolanda Díaz tirando de ese nuevo cheque de 300 euros por cabeza para hacer frente a la inflación. Causa algo de pudor que se haya descolgado con esa iniciativa justo el día después de hacer las cuentas de la derrota andaluza. Pero les da igual: la vicepresidenta sigue diciendo que hay que salir a “escuchar al país”, pero debe estar tan sorda como Sánchez, porque no ha oído el mensaje estruendoso que llega de Andalucía. Siguen sin entender que hacer una política para la mayoría es lo que reclama hoy la gente. No se trata de más cheques, ni más parches, ni campañas contra el sexismo de los juguetes, ni medidas para quedar bien o fijar clientela. Lo que la mayoría del país espera no son más políticas de diseño, sino un gobierno eficaz para todos: se han pasado mes y medio negociando con Bruselas como contener la factura de las eléctricas, pero la luz sigue disparada, y doña Yolanda lo que propone ahora es subir impuestos a la producción de energía. Me parece bien, al Gobierno le vendrá estupendo disponer de más recursos para gastar en sus saraos y campañas, pero no es eso lo que va a bajar el precio de la luz.       

Las elecciones regionales y municipales están ya a la vuelta de la esquina. Si el PSOE no espabila, si sigue secuestrado por el discurso y la estética podemita, y Sánchez se mantiene instalado en el cesarismo, secuestrando a su propio partido, la izquierda española se encamina a una derrota histórica. En las autonomías, en las ciudades y pueblos y más tarde en el Gobierno de la Nación.

La cuenta atrás comenzará tras la resaca, y ahora saltarán las desafecciones: es un proceso conocido y testado. Sánchez percibirá en las próximas semanas que sí hay un cambio de ciclo, cuando algunos de los que le han apoyado desde el partido, los sindicatos, el mundo empresarial y los medios comiencen a alejarse silbando.

Esa huida va a ser también muy visible en las regiones y ciudades. Si quieren una muestra local del fenómeno de salir corriendo, nada mejor que observar la deriva de Román Rodríguez: después de tres años manteniendo un discreto silencio ante los errores, dejaciones y atropellos del Ministerio de Hacienda, su rápido y agresivo distanciamiento de Sánchez y de las políticas del PSOE nacional va a ser muy llamativo en las próximas semanas y meses. Quizá llegue a provocar problemas en el Gobierno que vicepreside. La cosa se va a poner peluda. Por todos lados. Se admiten apuestas.