Fernando Clavijo y su partido han iniciado en los últimos meses un cambio de estrategia política: por un lado, parecen evitar ser en Canarias demasiado duros con el Gobierno regional, al que ofrecen voluntad de colaboración e –incluso- apoyo ante una posible contingencia de pérdida de mayoría, fruto de la división interna con las que amenaza Podemos, y que habrá de dirimirse el próximo mes de junio con la convocatoria de un referéndum a las bases de Unidas Podemos sobre la continuidad del apoyo de este partido al Gobierno. El portavoz nacionalista, José Miguel Barragán, ha mantenido un discurso escasamente agresivo en las formas, incluso en el último debate parlamentario sobre el Estado de la Nacionalidad, donde –sorprendentemente- fue replicado por Torres con bastante dureza, quizá porque traía la respuesta ya preparada.
Pero mientras Barragán tiende la mano y ofrece garantías de que Coalición estaría dispuesta a sostener desde fuera la estabilidad del Gobierno de Torres, la intensidad de las denuncias y críticas al Gobierno de Sánchez por parte de Ana Oramas y de Clavijo no para de crecer desde el pasado mes de diciembre, cuando se produjo la confirmación del ex presidente nacionalista como líder de su partido y su elección como secretario general en el 20 Congreso de Coalición, el primero celebrado en la oposición. La dureza de las intervenciones de Oramas y Clavijo han provocado incluso respuestas del propio presidente Sánchez en el Congreso, censurando a la diputada la acritud de sus intervenciones más recientes, que Sánchez ha calificado de “exabruptos y descalificaciones”. Los nacionalistas intentan jugar con dos discursos: uno más tolerante y comprensivo en Canarias y otro de oposición pura y dura en Madrid
Prácticamente desde principios de año, Oramas y Clavijo mantienen conjuntamente –una en el Congreso, el otro en el Senado- una posición cada vez más crítica en relación con los principales problemas que arrastra el archipiélago: la falta de soluciones ante la crisis migratoria; la inacción de Sánchez ante la crisis económica de las islas, la segunda más grave del país; la ausencia de un plan de rescate para el sector turístico, que ha quedado en meras promesas; o la aprobación de unos Presupuestos del Estado que abandonan a las islas y fuerzan a su población al paro, al hambre y a la pobreza.
Ese discurso reiterado en los últimos tres meses de forma insistente, se dirige mucho más contra Sánchez y su gobierno, que contra la actuación de Torres, al que –desde Coalición- se mantiene básicamente al margen de las críticas más feroces, evitando responsabilizarle directamente de la situación que viven las islas.
Es como si los nacionalistas intentaran jugar con dos discursos: uno más tolerante y comprensivo, recalcando aquí abajo la tradicional posición de partido de Gobierno que Coalición ha mantenido siempre en las islas –un rol encargado al Grupo Parlamentario nacionalista-, y otro de oposición pura y dura en Madrid, de beligerancia contra Sánchez y su Gobierno, que parece respaldar no sólo el electorado de Coalición, sino el de los partidos de derechas.
Se trata también de una posición que responde al momento de debilidad política del Gobierno central –remodelación por la salida de Iglesias, situación de Marlaska tras la sentencia de la Audiencia Nacional, avance imparable de la pandemia, problemas económicos, crisis de Cataluña, unas elecciones muy difíciles en Madrid…-, que podrían llegar a acelerar la convocatoria de elecciones anticipadas. No es una posibilidad inmediata, pero si los resultados de Madrid supusieran una derrota clara de la izquierda, esa opción estaría sin duda más cerca.