Los dráculas de ‘Tito Berni’

Algo tendrán los saraos con coca y colipoterras que siempre han sido el must en los jolgorios del dinero fácil y criminoso. Como todo lo que triunfa parte de un modelo de éxito, estas juergas las puso de moda una peli de Brian de Palma –Scarface– en la que un Pacino caracortada se metía por la nariz toda la harina del mundo y se portaba como un malote de cuidado, capaz de hacerle la manicura a cualquiera con una sierra mecánica. Y es ese modelo de Pacino, el que imitan –quizá sin saberlo- todos los delincuentes de trapillo, bocata de calamares y dos mil bolígrafos de comisión, que sueñan con lograr el respeto temeroso que solo consiguen los hampones de celuloide. Es enorme la importancia que en todo este cutrísimo asunto del Mediador  se le da a los festejos colectivos, una suerte de liturgia común de los compinchados, para celebrar su suerte en el engaño y la extorsión. Porque de eso se trata, fundamentalmente, de festejar su vida de crápulas, de presumir unos con otros de tener bien larga la hombría y bien corta la moral. Un seguimiento meticuloso –el que está haciendo la Policía- de los excesos y ostentosidades que se regalaba la tropa de Tito Berni en las noches cortesanas –y en las visitas a provincias-, hace patente la absoluta necesidad del clan de agasajarse los apéndices con un cóctel de drogas para complacer pitos y pituitarias, y luego apuntarse al revolcón de pago tirando de catálogo. Ahora Berni dice que no se reconoce en las fotos que con presunta alevosía le robó el Tacoronte en las noches locas de hotel precintado por el Covid.

Que no es él, dice Berni, aunque sabe que no le va a creer nadie, pero ya trabaja en su alegato judicial. Y es que resulta innecesario robarle una foto a quien te mira con cara bovina y barriga al aire cuando le pones el móvil delante. Yo creo que Berni venía de prometer en campaña una España de oportunidades y valores, o de votar contra los puteros en el Congreso y -a esas horas de la noche-, con la planta del hotel tomada, las camas hechas y la tripa a reventar, que le sacaran en calzoncillos le daba más o menos lo mismo. Hay que ponerse en situación: formas parte de una banda de asaltacaminos, y el mediador y tu sobrino son tus compis en latrocinio y reparto… ¿por qué habrías de desconfiar de ellos, si cualquier indiscreción acabaría con todos en el trullo? Por eso hacía estragos la camaradería machirula y quinqui, y por eso a Taishet podía parecerle hasta divertido que le sacaran empolvándose la nariz, y al Tito ser inmortalizado cual remedo del mismísimo Buda (con cubata).

Noches de vino y rosas

Estos desventurados sinvergüenzas darían bastante pena si no dieran más repelús aún. Se la pasaron chantajeando a algunos y estafando a otros con promesas, y montaron un sindicato de ventajas que no cumplía: el mediador, que no era el más listo, pero venía con barba remojada en otras derrotas, se dedicó a documentarlo todo, supongo que para protegerse de los otros, no fuera que se dieran cuenta de que gastaba bolígrafos comunes en caballos, viajes y alternes propios, y además le daba a la lengua con demasiado desparpajo. De esta banda de los cuatro, el Guardia Civil que quería consolarse de sus cuernos vicarios con un churumbel travelo; el político avaricioso que tocó escaño por dos veces en San Jerónimo y se creyó inmune por reglamento; el sobrinito pasado de rosca; y el mediador con labia, el personaje más complejo es sin duda el último.

El otro día, en la tourné mediática que le han aconsejado, estuvo un rato con Ana Rosa, que le trató de don, y lo mejor no fueron sus contritas confesiones cada vez más romas, sino su visión literaria del mundo: “Quieren tapar el sol con el dedo…” –dijo, refiriéndose probablemente a los socialistas y otros afectados- “pero la luna no pueden taparla, porque de noche salen los dráculas…” Una revelación digna de figurar en el sumario. Porque los dráculas en los que el mediador se reconoce, hicieron exactamente lo que hacen siempre los vampiros: le chuparon la sangre al que se les puso delante, estafaron sin misericordia a sus colegas de estropicio, a esos empresarios dispuestos a comprar ventajas, y se enviciaron en querer cada vez más y más y más, a cambio de nada. Eso les gastó el negocio, porque hasta entre los criminales debe haber un quid pro quo, un toma y daca: antes del verano de 2021, los empresarios ya estaban hartos de pagar fiestas y camaraderías a cambio de promesas y risas. Y empezaron a largar.

El resto es historia conocida: se acabó la fiesta, y vino la purga, y después vendrá la prisión. Es una historia tan vieja que está ya en el romancero: “De cuantas coimas tuve toledanas, / de Valencia, Sevilla y otras tierras / iças, rabiças y colipoterras, / hurgamanderas y putaraçanas / de quantas siestas, noches y mañanas / me venían a buscar dando de zerras / las Vargas, las Leonas y las Guerras… / las Méndez, las Correas y Gaitanas…, / me veo morir agora de penuria / en esta desleal isla maldita…”