La oferta al concejal lagunero para que se convierta en senador por la Comunidad Autónoma divide y enfrenta al PSOE regional.
El pasado 4 de diciembre, el concejal de Urbanismo de La Laguna, Santiago Pérez, participó en un acto en la Casa del Pueblo lagunera, para anunciar –arropado por dirigentes del PSOE tinerfeño- su regreso al PSOE, tras casi una década de voluntario exilio. Flanqueado por el alcalde de La Laguna, Luis Yeray Gutiérrez, el presidente del Cabildo de Tenerife, Pedro Martín, por Juan Fernando López Aguilar, Héctor Gómez y la diputada regional Nira Fierro, Pérez recibió también las felicitaciones y parabienes on-line de Ángel Víctor Torres y el senador Pedro Anatael Meneses. Cuando Pérez tomo la palabra, para explicar su decisión, se produjo un silencio dramático: agradeció el recibimiento realizado por sus ex compañeros de partido en su retorno a “la que ha sido siempre mi verdadera casa”, dejando claro que vuelve al PSOE “para seguir luchando contra la corrupción” y negando que su regreso a las filas socialistas “tenga ninguna contrapartida”. Fue emocionadamente aplaudido por los presentes, entre ellos alguno de sus compañeros del grupo Avante, con el que obtuvo su acta de concejal, y como suele ocurrir cuando se produce una reconciliación pública y ante los medios de comunicación, la mayoría de los presentes celebró las cualidades y virtudes del viejo compañero: su tesón, su capacidad de trabajo, sus valores de hombre de izquierda, su denuncia constante de la corrupción…
Nadie incluyó la memoria entre esas cualidades, porque el ejercicio de reincorporación a las filas socialistas se produce precisamente desde la renuncia a la memoria, tanto a la memoria larga como a la corta, e incluso a parte de la memoria de su lucha contra la corrupción, esa que incorpora la denuncia en los medios de la corrupción del socialismo canario: “Todos los imputados en Tenerife por hechos de corrupción del PSOE están en las candidaturas…” denunció desde su propia plataforma política como miembro de la coalición Socialistas por Tenerife–Nueva Canarias en 2011, en referencia a los alcaldes del PSOE con problemas con la justicia.
Pero en aquella campaña, mientras Pérez señalaba como corruptos a sus ex compañeros, no tuvo inconveniente alguno en apoyar activamente la candidatura de Ana Lupe Mora a la alcaldía del Rosario, coaligada a Nueva Canarias, implicada en el caso Varadero, por el que resultaría condenada. Tampoco lo tuvo para participar en los mítines del PIL, también en coalición electoral con el partido de Román Rodríguez, con Dimas Martín ya condenado a tres años por comprar el voto de un concejal en Arrecife, y a ocho años de cárcel, 15 de inhabilitación y multas de seis millones de euros por malversación de caudales públicos, fraude a la Hacienda pública y contra la Seguridad Social. La memoria de Santiago Pérez en materia de corrupción era ya entonces selectiva: más pendiente de los antiguos que de los nuevos compañeros.
Pero no sólo se le va la cabeza en materia de corrupción. También tiene Pérez olvidos en relación con su domicilio. Su regreso “a la que siempre ha sido mi verdadera casa”, le hace olvidar su tendencia a la acampada en otras viviendas, no siempre ajenas: dejó el PSOE para presentarse al Parlamento por Nueva Canarias, y al ayuntamiento de La Laguna por Socialistas por Tenerife, un partido fundado en febrero de 2011 por militantes socialistas enfrentados a la dirección del PSOE canario, y del que él asumió el principal liderazgo público. Con Nueva Canarias no logró Pérez ni siquiera acercarse a un escaño, y en La Laguna sus resultados fueron escasos: apenas tres concejales, muy lejos de aquellos trece con los que –en las listas del PSOE- venció a Ana Oramas, pero no logró impedir que ella cerrara un acuerdo con el PP y le arrebatara la alcaldía, algo que –eso sí- jamás olvidó ni perdonó. En 2015, reeditaría la coalición regional con Nueva Canarias también en La Laguna, pero tampoco pudo superar los tres concejales. Y en 2019, tras romper con Socialistas por Tenerife, montó con varios compañeros de viaje otro partidete ‘ad hoc’ –Avante- para presentarse a las elecciones municipales. Con este nuevo partido, más a su medida que ningún otro, retrocedió hasta los dos concejales. Mala memoria la de Santiago Pérez para recordar la ubicación de su verdadera casa, después de pasar por tres domicilios de alquiler: más parece esto un regreso a la casa familiar cuando te quedas sin poder pagar el alquiler, cuando la renta política lograda en el PSOE se acaba agotando.
Pero el mayor olvido de Pérez tiene que ver con su anuncio, difundido ‘urbi et ortbi’ por los medios insular, de que su reingreso en el partido que no purgó a los supuestos corruptos (al menos uno de ellos se sentaba el 4 de diciembre a su lado en la Casa del Pueblo), su retorno a la casa familiar, se producía “sin ninguna contrapartida”. Eso sí que es un olvido, creo yo. Porque la negociación para reincorporarse al PSOE se materializa sólo cuando la renuncia de Pedro Ramos a su escaño en la Cámara Alta la hace posible. Y es que Pérez vuelve al PSOE a cambio de conseguir un acta de senador, y el correspondiente aforamiento. Algo muy conveniente, cuando el olvidadizo cazador de corrupciones se enfrenta –por primera vez- a una investigación por obstrucción a la justicia. Pérez no ha dicho ni una sola vez que el acuerdo de reincorporarse al PSOE es a cambio de que se le elija senador por la Comunidad Autónoma, pero la mejor prueba de que esa es la contrapartida está en el monumental lío que ha provocado en el PSOE canario la decisión de la Ejecutiva Insular de ofrecer a Pérez una canonjía que no es de su competencia ofrecer.
La decisión sobre quién debe sustituir a Pedro Ramos no corresponde a ninguno de los dos Pedros –el todopoderoso Ramos, actualmente con problemas de salud- ni a Martín, secretario general del PSOE tinerfeño, que fue quien ofreció el puesto a Pérez, sin acuerdo previo de la ejecutiva regional.
La polémica es ahora doble: con la excepción de la dirección de Tenerife, el resto de las direcciones insulares del PSOE canario y un sector importante del socialismo tinerfeño, cuestionan la contrapartida ofrecida a Santiago Pérez. Muchos se preguntas porqué se produce este premio -uno de los puestos más golosos en el PSOE- a alguien que durante nueve largos años ha sido el azote de los socialistas casi tanto como de sus adversarios de Coalición Canaria.
Son pocos los que entienden el objetivo de este acuerdo, presentado por sorpresa antes a los medios que a los órganos del partido, convertido ya en un hecho consumado. Blas Acosta, presidente aún del Cabildo majorero, ha sido el primer miembro de la dirección en cuestionar abiertamente el nombramiento. Acosta también tiene problemas muy serios con la justicia, y en el PSOE de Tenerife se le acusa de querer boicotear el acuerdo con Pérez porque Acosta aspira él mismo a ese cargo. Es el único que ha hablado explícitamente del asunto, pero el run-run contra la decisión de Tenerife –tanto por quien ha sido el elegido como por la forma de elegirlo- crece y se extiende en el seno del PSOE regional.
Mientras, Santiago Pérez parece haber olvidado que no quería contrapartidas a cambio de su ingreso en el PSOE, e intenta lograr en el Parlamento una votación asegurada, en la que no se permita votar ‘no’ a su elección. Las papeletas que se distribuyan a los diputados permitirán votar sólo ‘sí’ o ‘en blanco’, con lo que la elección del candidato que se presente estaría asegurada. Es la decisión que habrá de adoptar la Mesa del Parlamento, a propuesta de la Junta de Portavoces, en los próximos días. De esa decisión depende que Pérez acepte o no presentarse. Ya ha comunicado que sólo se someterá a una votación cerrada de antemano, donde ni un solo diputado pueda manifestar oposición a su nombramiento. Pérez no teme el voto de los partidos de la oposición, sabe que la oposición suma sólo 34 votos, frente a los 36 del Gobierno. Lo que él teme es que se le fuguen tres o cuatro votos del PSOE y pierda la votación. Sabe Pérez que tiene en el PSOE algún enemigo que espera la oportunidad de cobrarse alguna afrenta sufrida en estos últimos casi diez años. Por eso ya ha dejado claro que si la votación es abierta con el que no cuenten. La memoria quizá le patine. Pero sumar aún sabe.