La junta de portavoces del Parlamento de Canarias se metió hoy en un curioso debate sobre el procedimiento para votar la Junta de Control de la Radio Televisión Canaria, que habría de materializarse el próximo once de mayo, si no se produce antes alguna cosa rara, como la dimisión de alguno de los candidatos que fueron sometidos a consideración de su idoneidad por la Cámara hace tan sólo diez días.
Luis Campos, portavoz de Nueva Canarias en la Junta de Portavoces, planteó una curiosa lectura de la ley de la Radio Televisión Canaria, según la cual, la votación de la Junta de Control de la tele podría hacerse por separado. Eso es justo lo contrario de lo que dice taxativamente la ley, y lo que además niega el dictamen encargado por el Parlamento de Canarias a Francisco Aznar Vallejo el pasado mes de marzo. Es también lo que han de despejar los servicios de la Cámara en una nueva consulta planteada por la Mesa.
Conviene recordar que la Ley de la tele fue modificada hace dos años precisamente para evitar que volviera a ocurrir lo que ocurrió la última vez que se intentó montar la Junta de Control, y alguien compró el voto de un diputado, que rompió secretamente la disciplina de su partido para hacer lo que convenía a quienes querían impedir que la Junta se eligiera. Fue aquél famoso escándalo de los bolígrafos de colores, cuando los diputados fueron obligados a votar con un color diferente por grupo para detectar si se escapaba algún voto, y aun así se escapó uno del PSOE. Ángel Víctor Torres anda todavía preguntándose (y preguntando a todo el mundo) quién fue el sinvergüenza que se la jugó a él y al partido. Sigue sin saber quién fue, pero ahora al menos sabe por qué lo hizo.
Y es que la Junta de Control puede ser determinante cuando se plantee la renovación del contrato de los actuales servicios e instalaciones de la tele, o las pretendidas indemnizaciones por 144 millones de euros que reclama el licitador principal, Juan Francisco García. Impedir como sea la formación de la Junta se ha convertido –de nuevo, dos años después- en la madre de todas las batallas políticas. Puedo hablar con conocimiento de causa, porque en esta batalla, algunos intentaron volarme la cabeza hace algunos días, como saben mis sufridos lectores.
Las portadas de Diario de Avisos y Canarias 7 no lograron impedir que los candidatos a la Junta pasaran –pasáramos- la idoneidad, y ahora la estrategia es más directa, mucho más brutal: se trata de impedir directamente que la votación llegue a producirse. Por eso pretende forzarse a la Mesa a que altere lo que dice la ley, eso que Campos calificó ayer como ‘reinterpretación’, una propuesta recibida con el inmediato aplauso de Podemos. Los mismos podemitas que hasta hace dos semanas defendían tempestuosamente convertir la televisión canaria en exclusivamente pública. En cuanto al PSOE, su posición sigue siendo la de lograr un acuerdo entre todas las fuerzas políticas.
De ellos depende que los escándalos reales y ficticios que jalonan la trayectoria de la tele se acaben de una vez, o continúe sine die esta vergüenza mafiosa. Sin el PSOE es imposible acabar con el escándalo reiterado de una televisión que si no muta a pública y resuelve ya el problema de sus casi trescientos empleados es sólo porque su modelo de gestión público-privada está siendo usando por una muy pequeña parte del Gobierno para financiar a medios de comunicación en la ruina y ganarse su lealtad perruna. Entre las manos que mecen la cuna, los que esperan que les llueva bastante café por moverla, y los tontos de Podemos que se llenan la boca hablando de la tele pública, pero se dejan utilizar para que siga siendo privada por los siglos de los siglos, los problemas de la tele no se resuelven. Ni se van a resolver nunca.
Por eso, si a los amantes del café en morterada no les sale lo de forzar a la Mesa del Parlamento a reconsiderar el sistema de votación, obligarán a dimitir a su propia candidata. Para lograr lo que intentaron con su festival de portadas, sin éxito. Ahora están dispuestos a sacrificar a uno de los suyos, como último recurso.
Estén atentos a la jugada.