El regreso de la momia (o lo que les cuesta a algunos dejar la caja)

Cualquiera que haya pasado de los cuarenta recuerda esas tardes de cine de barrio, en el Parque Recreativo, en el San Martín, el Baudet, el Cine Moderno, el Tenerife, el Rex o incluso el Real Cinema antes de que lo convirtieran en sala pajillera. Por no hablar del cine de verano de la Plaza La Paz a dos pesetas la entrada con derecho a bronca y riesgo de botellazo.

Cualquiera que peine canas tiene grabado en la memoria esas reposiciones de viejas películas americanas en sesión contínua, esos pases televisivos del cine de monstruos de los años cuarenta, las andanzas de Boris Karloff y Bela Lugosi. Somos hijos culturales del cine de serie B que hoy intentan reinventar los estudios para defenderse del empuje imparable de lo ‘indie’.

De entre todas aquellas películas con olor a naftalina, recuerdo las de la serie ‘La Momia’ con especial devoción. El monstruíto a retales del doctor Frankestein siempre me pareció un filósofo con tendencia a la melancolía, Dracula un aristócrata decadente y el hombre lobo una suerte de Rodweiler tiñoso y con necesidad de tratamiento psicoanalítico. La Momia era otra cosa: para empezar, todo pasaba en Egipto, que es el país de la aventura. Y luego la Momia era mala, pero mala de pura maldad. Nada que ver con esos pobres tipos desafortunados que eran la criatura del doctor, el vampiro de Transilvania o el pobre licántropo avocacional. La Momia había elegido la maldad y en ella se movía como pez en el agua desde antes de que Ramsés fuera cabo. Tanto dió de sí la saga que hasta en España se filmó una muy cutre «El regreso de la Momia», protagonizado nada menos que por Jacinto Molina, alias Paul Nashy. Quizá por eso, el verdadero ‘revival’ del cine clásico de terror se ha inspirado en la Momia para volver por sus viejos fueros y atraer a las masas a las salas. Coppola lo intentó en Drácula y le salío un vampiro alitósico y tuberculoso, muy lleno de puntillas, y Kennet Brannagan pasó por el gimnasio para regalarnos un Frankesteín que parecía atontado de tanto leer a Shopenhauer. Nada que ver con el fastuoso y regreso de la anorexia que nos ha traído Brendan Fraiser. Esto es lo que estábamos esparando: otra vez el monstruo apuñalando por la espalda y repartiendo maldiciones sin cuento. Otra vez la juerga y la aventura, otra vez la chica neumática raptada por el malvado monstruo, otra vez los lacayos al servicio del mal, otra vez el apuesto pistolero repartiendo juramentos y balazos. Juerga, espectáculo y terror del antiguo.
Real como la vida misma.

Osea: como esta última historia de terror protagonizada por el ex director general de la Caja Insular de Las Palmas, Juan Francisco García -JFG-, que resucita de entre los muertos para armar la marimorena con el apoyo del alcalde de Las Palmas y otros lacayos de menor cuantía.

No se trata de volver a contar prólijamente lo que ustedes ya saben, pero en breve y muy resumido, puede decirse que todo comienza cuando JFG, tras ser sacado a las bravas y malamente de la Caja Insular, se entera de que un informe del Banco de España le responsabiliza de un quebranto patrimonial a la entidad, superior a los 7.500 millones de pesetas. Durante los últimos años de su mandato, JFG ha hecho de todo, y el informe del Banco emisor se lo recuerda: ha comprado participaciones minoritarias en cuatro sociedades hoteleras, pagando por ellas un sobreprecio de casi 6.000 millones, además de vender a una de esas sociedades activos inmobiliarios de la Caja, muy por debajo de su valor, y comprar -también a la misma sociedad- edificios y oficinas por encima del precio de mercado. Más algunas ‘pequeñeces’, como el haber pagado más de la cuenta por el acondicionamiento de la sede social de la entidad, haberse gastado cuatro millones y medio de la Caja en la boda de su hija y hasta siete millones en alimentos, especialmente vino y espárragos. Además -y como remate-, el Banco de España manifiesta su sorpresa por los más de 400 millones que la Caja Insular dedicó a financiar actividades de promoción y propaganda en un sólo medio de comunicación, el periódico ‘Canarias 7’, del que JFG es propietario principal.

Curiosamente, desde que la existencia del informe comienza a circular por cenáculos y redacciones, se inicia la guerra de ‘dossieres’ y las informaciones responsabilizando a Román Rodríguez y Julio Bonis de todo tipo de golferías. La técnica es sencilla: se utiliza un medio de comunicación nacional -el periódico ‘El Mundo’, que ya sirvió para lo mismo cuando el ‘caso Bango’- para ‘destapar’ los supuestos escándalos. Y el ‘Canarias 7’ se suma a ellos de forma inmediata, con investigaciones propias realizadas espontáneamente en apenas un par de horas y publicadas al día siguiente con todo lujo tipográfico. Eso se llama previsión y profesionalidad. Todo esfuerzo es poco, incluso si esos esfuerzos pueden llevar a la ruptura del Gobierno, con tal de tapar la inminente difusión del informe del Banco de España. La estrategia recuerda casi punto por punto la seguida por Mario Conde cuando el Banco de España comienza a acogotarlo: presión al Gobierno, a ver si cede. Lo que ocurre es que el efecto perseguido es el contrario del logrado: José Carlos Mauricio entra en liza y desvela lo que pretende JFG. Desde Madrid, y en unas explosivas declaraciones, responsabiliza al ex director de la Caja Insular de estar detrás de la campaña contra Román Rodríguez, y desvela la complicidad de Soria. Advierte también que pedirá responsabilidades a Soria en la reunión de la Comisión de Seguimiento del Pacto en Madrid.

Y este pasado jueves lo hace: por imperativo de Javier Arenas, Soria se ve obligado a declarar que trabajará activamente «para que las campañas desaparezcan definitivamente de la vida política canaria». Una declaración de compromiso que evidencia vergonzante reconocimiento de culpa. La declaración de Soria se produce justo el mismo día que la Caja Insular decide llevar a JFG a los Tribunales. El ex director general se ha quedado definitivamente sólo. ¿Sólo? No del todo: le queda un periódico desde el que seguir manipulando. Le quedan algunos perritos falderos. Y le quedan los recursos suficients para volvedr a tensar la vida política canaria. Algo que seguramente irá ocuriendo a la medida que JFG vaya entrando y saliendo de los juzgados en los próximos meses.
Por eso conviene recordar que aquella españolada cutre y casposa de ‘El regreso de la Momia’ no fue la última peli de la serie. Tras ella llegó ‘La Venganza de la Momia’. Fue todavía más mala. Conviene estar atentos a la pantalla. Seguro que tenemos miedo y risas para rato.